Un puente mojado, las luces refractadas, los relámpagos y la lluvia. Es de noche y en lo borrascoso la ausencia se hace más grande, parece arrastrar como por un agujero negro. Así transcurren los primeros segundos de Northern Lights, la serie irlandesa en la que el dolor tiene forma de agua, de río Liffey, en Dublin.
El puente funciona como punto de recuerdo doloroso, pero también como intersección para un encuentro. Unos se van, otros llegan. Como repiten algunos de los entrañables personajes de esta ficción: los finales están contenidos en los comienzos.
Un drama sobre duelos, epílogos y prólogos de pareja. Dos planetas chocan bajo la tormenta y en su acercamiento funcionarán como dulce jarabe, placebo para tanta tristeza. Las heridas compartidas parecen doler menos.
Lloyd (Stephen Jones) y Áine (Elva Trill) no se conocen, pero tienen un trauma atorado. Los descubriremos gracias a los recurrentes flashback. Él vive frente al puente Grattan, y aquel día está ella parada bajo la lluvia, empapada, con la vista fija en el agua. Él sospecha que ella puede lanzarse, querer quitarse la vida. En su intervención dará paso a un lazo especial, teñido por las penas que cada uno carga.
A través de sus recuerdos y conversaciones intimistas empezaremos a quererlos, a entenderlos, a alojarnos en esas almas rotas. No hay grandes golpes de efecto ni vertiginosas acciones, ni picos de adrenalina, sino que el relato se basa en los detalles, en los diálogos largos, en el lento crecimiento de un vínculo. Una oda al poder de la compañía.
Con actuaciones en su medida justa, los personajes nos van contando con delicadeza el laberinto de la depresión y la incomprensión que siente quien la padece, así como la extrañeza y desconexión del que mira desde afuera. Reflexionamos inevitablemente sobre la culpa, las señales de alerta, las señales de auxilio, el enojo por no ver el dolor ajeno a tiempo, lo que se calla, lo que se intenta disfrazar.
La cuestión es de dónde viene cada uno, de qué relación anterior y por qué están tan lastimados. Entra en escena entonces la mujer de Lloyd, Denise (Jennifer Heyleny) y el ex de Áine, Sean (Jay Duffy), quienes van cobrando importancia hasta volverse centrales en el relato.
Denise muestra metafóricamente su renacimiento en un solitario viaje por Santiago de Compostela en plena crisis de pareja, mientras que de Sean vemos en flashback el solitario camino en el que transita su psiquis.
Con Bodkin como serie abanderada de Irlanda por estos dias, una comedia Negra disponible en Netflix, o Normal People y Derry Girls como (Netflix) como títulos frescos emblemas de ese país, este nuevo producto de la región de los duendes y la cerveza se explica poéticamente desde el título: remite a las llamadas luces del norte, es decir, a las auroras boreales con supuestas propiedades sanadoras y al juego de la oscuridad interna antes de que alguien ilumine tanta desolación.
Inspirada en una obra de teatro, escrita por el propio actor Stephen Jones, el gran desafío fue adaptar esa pieza que sobre tablas transcurría en una habitación con sólo dos personajes.
Con sutiles momentos de humor dentro de la tragedia, la serie es esencialmente nostálgica, deja la sensación de un almíbar triste, aunque también regala destellos de esperanza, de segundas oportunidades.
El dolor, se sabe, es intransferible y su umbral y hondura, subjetivos. El mérito de la serie es no comparar el de uno y otro protagonista, sino apenas mostrar cada perspectiva.
Ficha
Calificación: Buena
Drama Protagonistas: Elva Trill, Stephen Jones, Jennifer Heylen, Jay Duffy Dirección: Tom Hall, Anthony Schatteman, Ruth Meeha. Coproducción Irlanda-Bélgica. Emisión: 6 capítulos, por Flow.