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Insólito: por el frío, el gremio docente de Córdoba reclama suspender las clases

La delegación Capital de la UEPC volvió a presionar por la suspensión de clases debido al frío. En lugar de buscar soluciones,  el gremio sugiere paralizar la educación en Córdoba. El problema edilicio es real, pero también lo es la falta de compromiso con el calendario escolar, muchas veces visto más como una excusa de negociación que como una prioridad formativa.

Franco Boczkowski, secretario general del gremio, dijo que «ante esta situación de ola de frío extremo, consideramos un despropósito obligar a mantener las escuelas abiertas, sin las condiciones necesarias». El diagnóstico apunta a instituciones sin calefacción ni infraestructura, pero la solución propuesta es otra vez cerrar aulas. UEPC repite el mismo libreto de siempre: frente al problema, se detiene la actividad en lugar de buscar formas de sostenerla.

Los cambios de horario, las suspensiones parciales y la desorganización general terminaron afectando a las familias. Mientras la mayoría de los trabajadores asiste a sus puestos pese al frío, en el gremio educativo parece instalarse la lógica inversa: se paraliza todo. El frío no es nuevo, pero lo que sí es viejo es un modelo escolar sin planificación preventiva ni responsabilidad compartida.

Hace años la provincia alardea inclusión, pero mantiene calderas rotas, vidrios quebrados y aulas container que nacieron provisorias y quedaron fijas. El presupuesto escolar costea refacciones superficiales que no soluciona la ausencia de calefacción ni mejora la aislación. Esa ineficiencia crónica evidencia la urgencia de medidas que aseguren obras con plazos y calidad verificables.

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El comunicado de UEPC: advertencia o mecanismo de presión

El gremio difundió que el Ministerio autorizó suspensiones totales o parciales en función de lo que defina cada institución. La única actividad obligatoria en el nivel medio serán las mesas de examen, según indicaron desde la cartera educativa. El frío sirve esta vez como excusa, pero el patrón es idéntico: ante cada dificultad, la respuesta inmediata es frenar el sistema.

Además, la cartera educativa informó que no se computarían inasistencias este lunes 30. La decisión deja en manos de las familias la responsabilidad de enviar o no a los alumnos, pero también les traslada la incertidumbre. Sin clases garantizadas, ni calefacción, ni transporte seguro en todos los casos, muchas veces son los padres quienes terminan resolviendo lo que el Estado y los gremios deberían haber previsto juntos.

UEPC dice que mantendrá vigilancia y que pide a sus afiliados reportar escuelas en mal estado. Sin embargo, el gremio ha sido parte del mismo sistema que permitió que cientos de escuelas llegaran al invierno sin condiciones básicas. Ni la provincia ni el sindicato pueden desentenderse del deterioro, pero suspender clases no es más que una salida fácil a un problema estructural que requiere más gestión y menos quejas.

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Déficits estructurales y pérdida de sentido de la función escolar

Que haya escuelas con calefactores rotos o ventanas abiertas no debería sorprender en una provincia donde la inversión educativa suele maquillarse con anuncios y parches. La infraestructura deficiente no es exclusiva del frío: se repite ante cada lluvia o cuando falta agua. Pero tampoco es justificación suficiente para renunciar, una vez más, al objetivo esencial del sistema: enseñar.

El secretario gremial afirmó que “la función pedagógica se corre”, como si fuera natural priorizar otras cosas. ¿Qué función queda entonces en pie cuando se cierra una escuela? UEPC busca la solución en la suspensión de la enseñanza debido a las pésimas condiciones de calefacción de algunos colegios.

En otras provincias se mantienen las clases con monitoreo activo en lugar de imponer suspensiones generales. Allí, el foco está en adaptarse al contexto y garantizar continuidad pedagógica sin poner en pausa la formación.  Córdoba, en cambio, vuelve a elegir el camino corto: se suspenden clases primero y se analizan alternativas después.

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Una oportunidad perdida para cambiar la lógica

Cada ola de frío es un termómetro que mide el nivel de compromiso de quienes deben garantizar el funcionamiento escolar. Ni el Estado ni los gremios pueden ampararse en el clima para justificar la falta de planificación e inversión. Suspender debe ser siempre el último recurso y no una opción automática ante cualquier problema estacional.

La solución no es elegir entre aulas frías o escuelas cerradas, sino aplicar criterios y estrategias que eviten ambos extremos. Cerrar por costumbre revela más comodidad que vocación por la enseñanza, algo que la dirigencia educativa debería revisar. Cada día sin clases no se compensa con discursos ni con promesas de recuperación posterior.

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