En 2022 se llevó adelante la misión DART, que consistió en el lanzamiento de una nave de prueba para desviar el asteroide Dimorphos que se acercaba de forma peligrosa a la Tierra. Sin embargo, el accionar, que pareció heroico en su momento, podría haber desencadenado un efecto colateral no previsto. Según un reciente estudio publicado en The Planetary Science Journal, el impacto de la nave contra el asteroide Dimorphos provocó la liberación de más de un centenar de rocas que ahora se desplazan por el espacio con una velocidad y dirección inesperadas.
La sonda DART (Prueba de Redirección de Asteroides Doble) fue lanzada por la NASA con el objetivo de desviar, por primera vez, la trayectoria de un asteroide. A una velocidad de más de 24.000 kilómetros por hora, la nave chocó intencionalmente contra el centro de Dimorphos, un asteroide de aproximadamente 160 metros de diámetro, ubicado a 11 millones de kilómetros de la Tierra. El objetivo se cumplió y el cuerpo celeste alteró su órbita. Sin embargo, el resultado fue más complejo de lo esperado.
Tras el impacto, imágenes captadas por el satélite italiano LICIACube que acompañaba la misión revelaron la expulsión de al menos 104 fragmentos del asteroide, con tamaños que varían entre 20 centímetros y más de tres metros de ancho. Estos trozos, calificados como “rocas espaciales”, se desplazaban con hasta tres veces más impulso del estimado originalmente, lo que plantea interrogantes sobre la física que rige este tipo de intervenciones.
“El impulso adicional sugiere que hubo factores dinámicos desconocidos durante el impacto”, explicó Tony Farnham, astrónomo de la Universidad de Maryland y autor principal del estudio. “Esto cambia las reglas del juego. Si algún día necesitamos desviar un asteroide que amenaza a la Tierra, no podemos permitirnos pasar por alto estas variables”, argumentó sobre los conocimientos obtenidos a partir de este error.
Los investigadores también detectaron que los fragmentos no se dispersaron de forma aleatoria, sino que se agruparon en dos formaciones bien definidas. “Es un patrón extraño, algo que no esperábamos. Hay un comportamiento subyacente que aún no comprendemos”, agregó Farnham.
Pero la preocupación para los astrónomos y físicos no termina ahí. Las simulaciones realizadas a partir de los datos recogidos indican que algunas de estas rocas podrían, en el futuro, colisionar con otros planetas.
Un informe anterior publicado en abril de 2024 sugirió que ciertos fragmentos podrían impactar Marte dentro de unos 6000 años. Si bien la posibilidad no representa una amenaza para la Tierra, sí podría afectar a futuras colonias humanas en el planeta rojo, un objetivo al que apuntan proyectos como los liderados por Elon Musk.
Por otro lado, se estima que algunos fragmentos más pequeños podrían atravesar la atmósfera terrestre en las próximas décadas. Aunque no significan un peligro real para la humanidad, podrían generar lluvias de meteoritos visibles en el cielo. Jessica Sunshine, coautora del estudio y también astrónoma de la Universidad de Maryland, comparó el desafío con un juego de billar cósmico: “Mover un asteroide es una tarea precisa. Si no contemplamos todos los factores, incluso los que parecen insignificantes, podríamos fallar el tiro decisivo”.