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Día 626: El día que hasta Patricia Bullrich lloró

Desesperada y tras varios intentos por diferentes caminos, Patricia Bullrich, siempre interesada en protagonismo se sumó a la estrategia de defensa de Karina Milei, agregando más desprestigio al Gobierno. La ministra de Seguridad, creyendo que la aprobación que obtuvo por haber reducido los cortes de calles era un escudo que podía proteger al los hermanos Milei, terminó comprobando en carne propia que el escándalo se está consumiendo también su propia aprobación de la sociedad, siendo ella misma un síntoma de la caída de aprobación del Gobierno.

No hace tanto tiempo Bullrich podría decir disparates como que «abrierían el estómago de los yacarés» para tratar de encontrar a Loan el niño desaparecido en Corrientes. La sociedad, al igual que a Milei, le aplaudía todo, porque en realidad valoraban el fin de los piquetes. Pero hoy ya no se lo tolera, y decir que los audios que incriminarían a Karina Milei provienen de una operación de inteligencia de Rusia y Venezuela cruzaron el límite de lo tolerable.

Hasta hace un mes, Bullrich era la gran carta ganadora del Gobierno en las elecciones de octubre, donde se suponía que podía llegar a tener 60% de los votos como senadora de la ciudad de Buenos Aires batiendo récords de votos. Hoy, el escándalo se la consume también a ella cuando sale a poner el cuerpo y casi termina llorando en un estudio de televisión al querer negar que había pedido allanamiento de los domicilios de periodistas, cuando los documentos judiciales demuestran lo opuesto.

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La situación política, a estas horas, se siente para el oficialismo como un río impetuoso que arrastra todo a su paso. Incluso los líderes más sólidos pueden verse arrastrados por la corriente si no encuentran un cauce firme donde sostenerse. Puede arrastrar a personas como el propio Milei, Luis Caputo, Guillermo Francos y Bullrich, que intentan plantar los pies en la orilla, pero cada giro de los acontecimientos amenaza con arrastrarlo todo, como ramas flotando sin rumbo en un torrente que no perdona nada.

Cada acción del Gobierno, desde la denuncia judicial hasta los pedidos de allanamiento a periodistas, lejos de frenar la filtración de audios y desviar la atención pública, han contribuido más a la polémica, generando un efecto boomerang, amplificando el interés sobre los audios de Karina, instalando el escándalo de las coimas en Discapacidad como el tema más discutido en el país.

Con la presión de correr el eje de la discusión autoimpuesta, desde la Casa Rosada decidieron pasar del plan inicial de “dejar que actúe la Justicia” -que marcó Francos al inicio del escándalo-, a amenazar con una acción legal contra Diego Spagnuolo -que por ahora no se concretó-, a avanzar contra la prensa con una denuncia ante la Justicia Federal donde, entre otras cosas, se pidió que se allanara el piso del canal de streaming Carnaval, que publicó las grabaciones, y el domicilio de los periodistas que las difundieron.

Tras buscar impedir por vía judicial que se sigan difundiendo audios, el Gobierno juega una nueva carta: la denuncia de una intrincada conspiración contra el oficialismo. El último intento fue que saliera a dar la cara una de las funcionarias que, por el momento, mantenía una de las mejores imágenes a ojos de la población, que era Patricia Bullrich, y terminó mal.

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En una primera instancia, la ministra dijo que servicios de inteligencia extranjeros, Venezuela y Rusia habrían participado en la filtración de audios grabados dentro de la Casa Rosada. La hipótesis de Bullrich apuntó de manera indirecta al abogado Franco Bindi, pareja de la diputada Marcela Pagano, a quien vinculó con actividades internacionales.

Bindi fue asesor de la petrolera estatal venezolana PDVSA, intervino en gestiones en Paraguay para lograr la liberación de una integrante del Ejército Revolucionario del Pueblo y, además, estuvo cercano al exmandatario boliviano Evo Morales durante su exilio en Buenos Aires. También uso como argumento que hay un gendarme argentino detenido en Venezuela. Con esto, construyó la idea de que Venezuela tenía interés en la distribución de esos audios, como Rusia.

Por su parte y frente a esas acusaciones, la Embajada de Rusia en Buenos Aires emitió un comunicado titulado “Comentario de la Embajada de Rusia en Argentina sobre las relaciones bilaterales”. En el texto, difundido el martes por la tarde, la representación diplomática se mostró tajante: “Rechazamos categóricamente estas acusaciones, considerándolas infundadas y falsas. El deseo de ver ‘espías rusos’ en cada esquina es irracional y destructivo”.

Anoche hubo un pequeño reajuste, y esta vez el objeto de los ataques no fueron los espías rusos y venezolanos, sino el kirchnerismo. «Estamos ante una operación de espionaje comandada por el kirchnerismo. La Casa de Gobierno y la presidencia de la Cámara de Diputados habrían sido infiltradas con grabaciones clandestinas», declaró la ministra Bullrich.

En la Casa Rosada creen que la medida cautelar que prohíbe la difusión de los audios de Karina Milei grabada en la Casa Rosada fue un éxito, porque lograron que se desvíe el eje de la discusión, y se hable de la libertad de expresión en lugar de la investigación por supuestas coimas en Discapacidad. Sin embargo, lo más probable es que esto sea solamente un efecto momentáneo, y que la censura genere, como en la mayoría de los casos, aún más interés en el contenido de esos audios.

Lo cierto es que el Gobierno tantea distintas estrategias, desdiciéndose una y otra vez, y todavía no da con una estrategia unificada de defensa. Recordemos que, en un primer momento, el jefe de Gabinete dijo que los audios eran falsos.

Este martes, la ministra estuvo en el canal A24 con el objetivo de justificar la denuncia judicial impulsada por su cartera contra distintos periodistas. Intentó desmarcarse de las acusaciones de censura, pero el programa derivó en un momento incómodo que la dejó perpleja.

Durante la entrevista, Bullrich negó tajantemente haber solicitado allanamientos contra Jorge Rial y otros comunicadores. Sin embargo, el conductor Pablo Rossi pidió a un colega que leyera en vivo la denuncia completa. Allí, en un apartado titulado explícitamente “Allanamientos”, se detallaban pedidos de registro domiciliario contra Rial, Bindi, el periodista Mauro Federico y Pablo Toviggino, dirigente vinculado a la AFA y mano derecha de Claudio “Chiqui” Tapia. La ministra acusó a ese grupo de formar parte de una presunta trama con agentes rusos para “derrocar” al Gobierno.

El escrito es el que el propio Ministerio de Seguridad presentó, denunciando una supuesta violación a la Ley de Inteligencia tras la aparición de las grabaciones. Es un escrito de 20 páginas donde se piden medidas cautelares para impedir que se sigan difundiendo registros vinculados a la filtración y solicitó que se ordene a medios, plataformas digitales y particulares abstenerse de reproducirlos, bajo la amenaza de sanciones por desobediencia, algo que constituye, a todas luces, censura previa.

Pero el episodio no quedó allí. Consultada por Rossi sobre su confianza en la familia Menem, Bullrich cometió un tropiezo verbal que rápidamente corrigió: “No hay ninguna expresión que me guste Menem… menos que esa”, dijo. Un fallido en el que reemplazó la palabra menos por «Menem».

Los fallidos, según Freud, no son meros errores del habla: son ventanas al inconsciente. Cada desliz verbal, cada sustitución inesperada de palabras, puede revelar deseos, temores o conflictos internos que la persona no expresa de manera consciente. En el caso de Bullrich, su confusión al reemplazar “menos” por “Menem” abre un espacio para preguntarse qué asociaciones ocultas, prejuicios o ansiedades estaban operando en ese momento en la mente de la ministra.

Como se sabe, Freud sugeriría que estos lapsus no son casuales, sino signos de tensiones internas que buscan expresión. Cuando Bullrich dijo “No hay ninguna expresión que me guste Menem…”, el público percibió un tropiezo cómico, pero en términos psicoanalíticos, podría reflejar un vínculo emocional inconsciente, una resistencia o incluso una simpatía reprimida que se filtró sin querer en el discurso. El error funciona, así, como un síntoma verbal: pequeño, pero revelador.

En política, estos fallidos adquieren además una dimensión pública y estratégica. No solo muestran aspectos privados del inconsciente de un funcionario, sino que también pueden ser explotados por rivales y por los medios. La teoría freudiana nos recuerda que cada palabra pronunciada es, potencialmente, un espejo de lo no dicho, y que detrás de un tropiezo verbal pueden esconderse conflictos internos, deseos reprimidos o tensiones que, de otra manera, permanecerían invisibles.

Pero esta no es la única polémica provocada por la ministra. En otro momento de la mencionada entrevista, Bullrich quiso apelar a la empatía de la audiencia, y llegó a emocionarse al afirmar que jamás avalaría la corrupción. Desafortunadamente, utilizó el caso de Santiago Maldonado como ejemplo, caso que todavía se sigue investigando por el rol de la Gendarmería a su cargo durante el gobierno de Mauricio Macri.

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En aquel momento, el oficialismo salió bien parado de las elecciones de medio término a pesar de la investigación en curso. Hoy, Milei juega la ficha de la ministra de Seguridad para denunciar conspiraciones contra el oficialismo, lanzar amenazas de censura y tratar de tapar el escándalo del «coimagate», que tiene sumido al Gobierno en una profunda crisis política.

Casi en llanto, la ministra sostuvo: «He sido honesta. Y no estaría con una persona que no sea honesta. Estoy emocionada porque yo lo viví. Nadie sabe lo que pasé esos 82 días con Maldonado».

Durante aquellos días, cuando todavía no habían hallado a Santiago Maldonado, la funcionaria estuvo presente en el programa de Mirtha Legrand, que le preguntó si iba a renunciar en caso de que el joven no apareciera. «La indignación está en querer plantear una convicción…». En ese momento, la conductora la interrumpió y lanzó: «Cuantas cosas te pasan a vos como ministra de Seguridad. Cuanta gente desparecida. Me pongo en la situación de los padres y es terrible».

Sergio Maldonado envió un audio a la producción de este programa que queremos compartir con ustedes, en el marco de la presentación de su libro “Olvidar es imposible”, donde hace un raconto pormenorizado de lo que ocurrió. “Este 1 de agosto se cumplieron 8 años de la desaparición forzada. Hay dos peritajes que sostienen que su cuerpo fue plantado en el lugar. Hay que dejar de hablar de violencia institucional y hablar de violencia estatal”, expresó.

Sobre Bullrich, el padre de Santiago Maldonado acusó a la ministra de “hacer campaña” con el caso. “Es una mentirosa compulsiva y desquiciada. Cada vez que llegan las elecciones utiliza a Santiago para hacer uso de esa mentira y sacar puntos para su rédito político”, agregó.

Voy a compartir una anécdota personal. En 2022 entrevisté a Patricia Bullrich junto con Sergio Berni, los dos ministros de Seguridad que habían tenido más protagonismo en la historia reciente. Ella estaba en una incipiente competencia para lo que iba a ser al año siguiente las PASO para elegir el candidato de Juntos por el Cambio a presidente por las elecciones de 2023. Ella todavía aparecía como una candidata que no tenía posibilidades de ganarle a Horacio Rodríguez Larreta y recién comenzaba esa carrera a su candidatura presidencial.

Cuando termina el reportaje, yo le dije: «Patricia, ¿vos sos consciente de que Mauricio Macri usa para aumentar el precio de la negociación con Horacio Rodríguez Larreta?. Porque finalmente Mauricio Macri siempre termina aliado con Horacio Rodríguez Larreta». Ella me dijo: «Sí, Jorge, pero yo no me voy a bajar y Mauricio Macri no me va a hacer bajar«.

Podríamos decir que estamos hablando de la persona que le ganó a Mauricio Macri, que terminó siendo el topo del PRO desde dentro. No solamente venció a Horacio Rodríguez Larreta, sino que venció, de alguna manera, también a Mauricio Macri. Esa mujer, con toda esa autoconvicción, es la que vimos hace un poquito casi llorar tratando de defender las denuncias de corrupción de Karina.

También vale decir que se dice de Patricia que es una persona honesta. Incluso en esas épocas, siendo candidata, ella iba manejando con su auto a cada una de las reuniones sin chofer. Así que creo que ese gesto de emoción en la entrevista en A24 es un síntoma del debilitamiento del Gobierno en su conjunto, en una de las personas con el carácter más fuerte y más templado que yo he visto a lo largo de mis muchos años de hacer entrevistas.

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No podemos dejar de mencionar el caso del fotógrafo Pablo Grillo, herido gravemente durante una de las habituales manifestaciones que se realizan todos los miércoles en apoyo a los jubilados. Recientemente, el sociólogo Martín Kohan dijo: “Esta época será recordada como aquella en la cual todas las semanas se le pegaba a los jubilados, a los viejos”.

Pero es cierto que si esta política represiva pudo llevarse a cabo es porque empalmó con un reclamo de orden que manaba de la sociedad. El asunto es que, en medio de la crisis política abierta por el “coimagate”, el Gobierno está quemando, paso a paso, todo el capital político que le queda. Hoy es miércoles y los jubilados vuelven a su protesta, ¿actuarán igual las fuerzas de seguridad tras esta suma de escándalos?

El politólogo Mario Riorda describe la situación como una auténtica “policrisis”. No se trata solo de un expediente judicial: lo que está en juego es una combinación de factores que abarca desde la incertidumbre total sobre cómo puede evolucionar el caso y la opacidad en el manejo de la información, hasta el impacto en los niveles más altos de la dirigencia política. A eso se suma un deterioro de la imagen presidencial que amenaza la estabilidad de cargos clave y una sombra de desconfianza que se proyecta sobre los mercados.

Pero la reacción oficial, lejos de desactivar la polémica, a cada paso parece reforzarla. La decisión de “poner las manos en el fuego” por los funcionarios cuestionados terminó generando un efecto boomerang sobre la figura presidencial. La opinión pública lo refleja con crudeza: siete de cada diez argentinos aseguran que no pondrían las manos en el fuego ni por Karina ni por los Menem vinculados al Gobierno. Y aún más contundente resulta que el 65% de la sociedad exige la renuncia de los señalados y que queden a disposición de la Justicia, un planteo compartido por amplios sectores del llamado “círculo rojo”. En simultáneo, el 37,2% de quienes votaron por Milei están de acuerdo con que la Justicia investigue el caso.

El costado económico tampoco queda al margen. Para el 61% de la población, el escándalo traerá consecuencias negativas en los mercados y provocará un golpe a la confianza de los inversores. Un diagnóstico que exhibe el riesgo de que la crisis institucional se transforme en inestabilidad financiera.

El historial argentino de enfrentamientos entre poder y corrupción es vasto y recordado: cuando un gobierno queda asociado a esa etiqueta, la relación con la sociedad suele romperse de manera definitiva. El informe agrega que el 47% de los argentinos considera que la administración de Milei es más corrupta que las anteriores, mientras que apenas un 22% sostiene que el Presidente está libre de esa mancha, una cifra inferior incluso a su núcleo más duro de apoyo.

Es llamativo que hasta un 18% de quienes lo votaron afirman que el Presidente debería someterse a un juicio político. Recordemos que eso implica que el Presidente debería dejar su cargo.

La crisis política que atraviesa el Gobierno revela un escenario de creciente desconfianza en el Gobierno. El oficialismo atraviesa momentos difíciles y busca jugar todo su arsenal político para contener una escalada que podría pasarle una cara factura en las elecciones provinciales de este domingo y desestabilizar todo el equilibrio de poder.

El impacto de la “policrisis” no se limita al terreno político, sino que alcanza el ámbito económico y financiero. Ayer, desde Economía anunciaron la intervención del Tesoro en el mercado cambiario, algo que el Gobierno juraba que no iba a hacer. El objetivo: contener la escalada del dólar, y con él la inflación.

La percepción mayoritaria de que los escándalos afectan la confianza de los inversores y los mercados pone en evidencia la fragilidad de la estabilidad económica frente a la incertidumbre institucional. En este contexto, la combinación de falta de claridad en la gestión, opacidad en la información y desgaste presidencial alimenta un círculo vicioso que amenaza con prolongar la inestabilidad tanto política como económica.

Estamos ante una gestión que vino prometiendo terminar con los manejos de la casta política, que juró y perjuró ser distinto. Milei se presentó como un proyecto “refundacional” de la Argentina, puso la vara muy alta en cuanto a ética, moral y transformaciones. Es decir, está fracasando en sus propios términos.

El historial argentino demuestra que la relación entre poder y corrupción suele ser un punto de quiebre definitivo para cualquier administración. Los datos reflejan que incluso una parte del núcleo duro de apoyo al Gobierno cuestiona su gestión, mientras la sociedad exige responsabilidad y rendición de cuentas.

Que la ministra de Seguridad, hasta hace poco mayor estrella electoral del Gobierno, termine sin argumentos al borde del llanto en un estudio de televisión es un síntoma del debilitamiento del apoyo social del oficialismo. Todavía no hay sondeos que indiquen el impacto en su imagen de su intervención de esta semana, cuando tomó protagonismo en la contención del estafa gate.

Pero una cosa es segura: si sigue dando pasos en falso, el Gobierno corre el riesgo de profundizar su aislamiento político y de comprometer seriamente la estabilidad institucional y económica del país.

Producción de texto e imágenes: Facundo Maceira

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