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Good Will Games, los olvidados Juegos Olímpicos de la Guerra Fría

«El Imperio del Mal», así describió Ronald Reagan a la Unión Soviética en su discurso de 1983 sobre la carrera armamentística nuclear. La prensa lo calificó como «explosivo» y desde Moscú no dudaron en responder. El mundo pendía de un hilo y, en el medio, estaba el deporte. La relación entre ambas naciones parecía rota, se boicoteaban siempre que uno organizaba los Juegos Olímpicos. Entonces, Ted Turner, un poderoso empresario, decidió intervenir: fundó los Good Will Games, los olvidados JJ.OO. de la Guerra Fría.

Todos quieren gobernar el mundo

La crisis de los misiles, las guerras proxy y la constante idea de un estallido nuclear solo fueron un par de imágenes de la Guerra Fría durante la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, otro de los momentos más importantes de este período histórico fue la Invasión Soviética de Afganistán en 1979.

El conflicto, que llegó a durar casi 10 años, tuvo como consecuencia una escalada militar (Estados Unidos financió a guerrilleros muyahidines) y un boicot por parte de varias naciones de todo el planeta (incluida Argentina) a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980. El sabotaje estuvo encabezado principalmente por el presidente americano demócrata Jimmy Carter; quien usó el evento como herramienta política para desescalar la situación. Sin embargo, no hubo caso. Nada cambió y las armas se tomaron igual.

«O retiran las tropas o retiro a los atletas», le mencionó Carter al presidente del COI en febrero de 1980.

Let’s Make America Great Again

Entre una crisis inflacionaria, de desempleo y visto como un líder débil a nivel exterior, Carter falló en busca de su reelección y Ronald Reagan llegó al poder tras la oleada roja de 1980. Un republicano volvía a la Casa Blanca y este tenía una retórica anticomunista como pocas veces se había visto.

«Paz a través de la fuerza» y «en esta crisis el Estado no es la solución, es el problema«, fueron algunas de las frases de cabecera del mandatario en los primeros años de su administración. La primera representaba la «necesidad» de aumentar el gasto militar para hacerle frente la URSS y la segunda una postura ideológica para «Hacer Grande América Otra Vez» (antes de Trump, estuvo Reagan).

«Let’s Make America Great Again», fue el slogan de Reagan durante la campaña de 1980.

Tras la recesión de 1981 y las reformas liberalizadoras, la economía creció con fuerza y el conservador fue reelecto con la mayor cantidad de votos electorales desde 1936. Su agenda era muy popular y el patriotismo su bandera. El anticomunismo se respiraba con fuerza y en ese contexto la Unión Soviética decidió tomar revancha: llamó a boicotear los Juegos de Los Ángeles 1984. En total, 18 países no asistieron a la cita olímpica; principalmente naciones del Bloque del Este.

Los Juegos de la Buena Voluntad

De aquel sabotaje del 84, surgieron los Juegos de la Amistad. Cuarenta y ocho países opositores a Estados Unidos organizaron un torneo paralelo de múltiples disciplinas, el cual se disputó en nueve sedes del pelotón comunista (desde Moscú hasta La Habana).

Del otro lado de la Cortina de Hierro, un empresario miraba atónito esta situación y se inspiraba para crear su propia cita deportiva. Ted Turner, fundador y CEO del gigante conglomerado de medios Turner Broadcasting System, propuso algo hasta entonces impensado: establecer relaciones amigables con la URSS para «unir al mundo».

Turner fue un revolucionario de la industria mediática.

Entonces, así fue como en 1985 surgieron oficialmente los Good Will Games (Los Juegos de la Buena Voluntad). Turner invirtió 11 millones dólares de su propio bolsillo (más de 32 millones actuales) y pudo mantener un vínculo con la Unión Soviética porque se empezaban a respirar aires de cambio. Ese mismo año, Mijaíl Gorbachov, pacifista y reformista, había asumido como Secretario General de la URSS y Reagan había dado un giro menos confrontativo en su política exterior. Las reuniones comenzaban a ser más frecuentes entre ambos mandatarios y se iniciaban a trazar caminos hacia la paz por la desescalada nuclear.

Reagan y Gorbachov firmaron acuerdos nucleares en la Casa Blanca. Reuters.

«Estamos tratando de hacer 1986 un año de paz. La participación de tantos Estados en este festival deportivo es una evidencia de que los ideales de la armonía y los acuerdos mutuos son compartidos y apreciados por gente de todo el planeta. El futuro es de los jóvenes y debemos entregarles el ejemplo de la paz, en lugar de la tortura de la guerra«, declaró Gorbachov en el Gran Estadio Deportivo del Complejo Olímpico Luzhniki el 5 de julio. El publico aplaudió emocionado y luego empezó una fiesta.

El logo de los Good Will Games estuvo presente en las tribunas.

Niños deportistas, bailarines de danza clásica, gimnastas, banderas de todos los colores y 3000 atletas de 79 países (que accedieron por invitación) formaron parte de la ceremonia inaugural en Moscú, la cual se transmitió por Turner Broadcasting System. El evento celebraba la pluralidad, aunque no estuvo exento de polémicas: la Unión Soviética prohibió la participación de Corea del Sur e Israel; claros aliados de EE.UU.

En cuanto lo deportivo, se rompieron varios récords de distintas disciplinas y el podio de medallas lo conformaron Alemania del Este (28), Estados Unidos (142) y la Unión Soviética (241). Por su lado, el mejor representante de Sudamérica fue Venezuela al obtener dos bronces y una de plata.

La participación de Argentina en los Good Will Games

El mejor momento del evento ni si quiera ocurrió en Moscú, sino que en Madrid. ¿Cómo?, es la pregunta. Y la respuesta es mejor aún: la disciplina de básquet quedó delegada a la FIBA y el Mundial de aquel año formó parte oficialmente de los Good Will Games (ya que Turner contaba con los derechos de transmisión).

El campeonato empezó en simultáneo el 5 de julio y Argentina no se lució mucho. Era la época previa a la Generación Dorada. El combinado nacional quedó tercero del Grupo D con ocho puntos y pasó raspando a la fase semifinal. Allí perdió todos los partidos, salvo contra China y Estados Unidos, el futuro campeón (como casi siempre). La victoria contra los americanos fue histórica y catalogada como «el más grande triunfo en la historia del básquetbol argentino» hasta ese momento por la prensa.

«Una hazaña memorable». Foto: TyC Sports.

Quien a su vez estuvo presente en la Unión Soviética allá por los años ochenta fue Gustavo Merbilhaa. Entonces un muchacho de 18 años, Merbilhaa ya era el tenista número uno del país (junior), por lo que fue invitado a los Juegos. Un viaje por tierras inhóspitas y frías lo esperaba. Casi cuatro décadas después, charló con Olé y recordó sus días en los Good Will Games.

Merbilhaa supo ser el mejor juvenil del país.

-Estuviste en el día de la inauguración, ¿cómo fue?

-Primero llegamos a Moscú y nos llevaron a pasear con un guía. Nos mostraban sólo lo que ellos querían. Había mucho bosque, palacios con cúpulas de oro y mucha policía militar. Todo estaba muy custodiado. No llegamos a ver la inauguración principal porque estuvimos únicamente un día y nos fuimos a Riga (Letonia), ya que el tenis se iba a disputar ahí. Vimos una ceremonia nada más para nuestro deporte.

-Hay poca información de la participación argentina en el evento, ¿hasta qué etapa llegaste?

-Ese es un tema. Vos para participar necesitabas no ser profesional. Todos los países mandaban jugadores juniors, salvo Estados Unidos, República Checa y la URSS -le había ganado a Argentina en la Copa Davis hacía unos meses- que tenían tenistas dentro de los 100 mejores del mundo. Me acuerdo que había equipos africanos con raquetas de madera. La diferencia era abismal.

-Salvo EE.UU, esos países con ventaja eran todos comunistas. Tenían deportistas profesionales y nosotros eramos amateurs. Yo pasé una ronda y después me tocó jugar contra Marian Vajda (futuro entrenador de Novak Djokovic), que era top 50 del planeta. Era mucho mejor. Me ganó fácil.

-¿Y en dobles?

-Lo mismo. Con mi compañero Gustavo Carbonari perdimos contra Estados Unidos. Era su equipo de Copa Davis. No teníamos chance. Igual, la experiencia fue increíble.

.-¿Qué te acordás de la Villa Olímpica? ¿Cómo eran las calles de la Unión Soviética?

-Al estar separados de las otras disciplinas, los tenistas estábamos solos en un hotel cinco estrellas. Íbamos a la cancha a jugar y después volvíamos en micro, no podíamos ver mucho más. Salvo una vez que recorrimos Riga. Recuerdo que yo quería traer cosas para regalar y no había nada. El shopping que había era un galpón con ropa usada. Para darte una idea: ¡ellos querían comprarme mis jeans porque no tenían! Era todo muy precario y la gente hacía filas de cuadras para comprar cosas básicas. No conocía lo que era el comunismo y fue chocante.

A pesar de su fallido intento de compras y la paliza deportiva, Merbilhaa recuerda con cariño sus días de competencia por Europa del Este y todavía guarda una medalla que le dieron por participar.

«Moscú 86», reza la parte superior de la medalla.

El fin de la Buena Voluntad

Y si a Gorbachov le había tocado dar el discurso de bienvenida en el 86, en 1990 era el turno de Reagan. Ya como ex presidente tras terminar su segundo mandato en 1989, el republicano abrió al decir: «Hoy les hablo a todos, con un sentimiento de felicidad, y los felicito por simbolizar algo que todo el mundo puede entender: el creer en un sueño y perseguirlo sin importar el costo«.

El Husky Stadium de Seattle explotó en aplausos y banderas de la Unión Soviética y Estados Unidos podían verse flameando juntas en las gradas. Lo antes impensado estaba ocurriendo. Eran tiempos de cambio. Por último, el conservador señaló al indicar: «Algo que me impactaba cuando era deportista universitario era que una vez terminada la competencia las etiquetas desaparecían y no importaba el color, la clase social y religión; sólo interesaba estar ahí afuera dando lo mejor. Me pregunto si no habrá alguna manera de que podamos atrapar ese sentimiento de compañerismo y dejar que sea la luz que nos guie después de estos Good Will Games. Mis jóvenes amigos, ustedes son el futuro y sé que estará en buenas manos«.

El Husky Stadium de Seattle, la colorida casa para la ceremonia de apertura.

Luego, hubo otra colorida ceremonia de apertura y comenzó la rivalidad deportiva. Sin embargo, el evento, al igual que la primera edición, fue un fracaso financiero. Esa sería la constante. Después se celebraron en tres oportunidades más (1994, 1998 y 2001, año en el que Argentina obtuvo cuatro medallas de plata), hasta que los malos resultados económicos le pusieron un freno. Cada vez participaban menos atletas y países, por lo que el fin era inevitable.

No obstante, la perdida comercial no impidió que Ted Turner lograse su objetivo. Desde aquella primera idea en 1985, el planeta cambió demasiado: en múltiples países inició una apertura democrática, el Muro de Berlín cayó y Alemania volvió a estar unida; y la URSS llegó a su fin en 1991. Por un tiempo, el mundo estuvo más unido y libre. Y lo más increíble, todo comenzó con Reagan, Gorbachov, la Buena Voluntad de Turner y los Good Will Games, los olvidados Juegos Olímpicos de la Guerra Fría.

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