Justo cuando se estrenó en cines el biopic Un completo desconocido, se cumplieron 50 años del lanzamiento de Blood On The Tracks, uno de los mejores álbumes de Bob Dylan, en el que se dedica casi íntegramente a narrar su fracaso matrimonial con su esposa Sara.
Hay dolor, angustia, resentimiento y tristeza en sus letras, pero lejos de un sentimentalismo lacrimógeno convirtió su frustración en una obra maestra.
A Blood On The Tracks, que ganó la calle el 20 de enero de 1975, se lo consideró un trabajo confesional a pesar de todas las declaraciones en contra del propio artista: “Mi música no es autobiográfica”, dijo Dylan.
No obstante su cerrada negativa, hay imágenes en sus canciones que reflejan el estado emocional del músico frente a la disolución de su matrimonio con la ex modelo Sara Lownds.
No deberíamos perder de vista una frase con la que Dylan definió el material cuando le pidió al productor de Columbia y gran cazatalentos, John Hammond, que le reservaran un estudio para comenzar la grabación del disco: “Son canciones privadas”.
En busca de confundir a los críticos sobre el carácter confesional del material, Dylan sostuvo que estaba basado en los cuentos de Chejov. “Ojalá me preguntaran antes de seguir adelante con esas teorías. De todos modos, lo que cuenta no es la experiencia sino la actitud hacia la experiencia. No escribo canciones confesionales. La emoción no tiene nada que ver con eso, sólo lo parece, como Laurence Olivier solo parece Hamlet”, señaló en una de esas ocasionales entrevistas.
Su primer matrimonio
En su nota Shelter from Storm: La historia detrás de Blood On The Tracks, en la revista Uncut, Nick Hasted, desarrolló con pulcritud el contexto en el que vivían Bob y Sara, lo que ayuda a entender lo complejo del desenlace:
“Dylan vive en Woodstock desde 1965. Se casó con la ex modelo Sara Lownds el 22 de noviembre de ese año. Adora a su tranquila y tímida esposa, inmortalizada en Sad-Eyed Lady Of The Lowlands. Fue ella quien ayudó a asegurar su supervivencia del ritmo suicida que había tomado su carrera a mediados de los ’60, tanto como del polémico accidente de motocicleta, el 29 de julio de 1966, que logró detener ese frenesí».
El asistente personal de Dylan en Woodstock, Bernard Paturel, quien admitió que nunca había conocido a un hombre de familia tan dedicado, dijo:“Hasta Sara pensó que era sólo cuestión de tiempo que muriera”.
Además, Bob había adoptado a María, la hija pequeña de Sara de un matrimonio anterior, y la pareja tuvo cuatro hijos más en rápida sucesión. Viviendo con su nueva familia, el fuego creativo casi sobrenatural pasó de él como una fiebre. De repente, parecía contento de acompañar a su hija hasta el autobús escolar. Por las tardes, él escribía y pintaba o visitaba a los vecinos, mientras Sara (Dylan no era ningún feminista) hacía las tareas domésticas. Según Hasted, «Parecía idílico”.
El comienzo del derrumbe
Tras sus dos discos en Asylum Records, Planet Waves y Before The Flood, lanzados en 1974, Dylan regresó al sello Columbia, donde conoce en febrero de ese año a una ejecutiva de la discográfica, Ellen Bernstein, de 24 años y comienza un romance que provocará una fisura insalvable en su matrimonio que, tras la gira de Before The Flood, había empezado a deteriorarse a raíz del alcohol y su relación con diferentes mujeres.
“Sara no sólo no lo acompañó en esa gira, sino que despreciaba el estilo de vida del rock and roll. La gente que sólo quería hablar de música simplemente la aburría”, señalaban cerca del artista.
Ahora bien, la primera separación con Sara se produjo en el verano de 1974. Bob viajó a la granja que tenía con su hermano David, en Minnesota, a componer lo que sería Blood On The Tracks en un clima de amargura y resentimiento que sólo las visitas de Ellen lograban disimular. Cuando Sara lo fue a ver, las discusiones y los reproches se oían a un kilómetro de distancia.
El artista trajo 17 canciones escritas en tres cuadernos de Minnesota a Nueva York para ser grabadas y esta vez no tenían nada de lisérgicas ni de contestarías. Eran poemas que hablaban de la experiencia del desamor.
Para el biógrafo de Dylan, Clinton Heylin, son quizás la mejor colección de canciones de amor del siglo XX, “poemas con todas las emociones que puede generar un matrimonio en crisis”.
Un hecho peculiar fue que Bob Dylan, antes de entrar al estudio, le mostró las canciones a Neil Young, a David Crosby, a Stephen Stills y a Graham Nash. Este último recordó que Stills se mostró contrariado con ese material y que le llegó a decir: “Es un buen compositor, pero no es un músico”.
La idea inicial era hacer un álbum eléctrico y ya en Nueva York llamó al guitarrista Mike Bloomfield, motor del álbum Highway 61 Revisited, para mostrarles las canciones. “Todas comenzaron a sonar igual, todas estaban en la misma afinación (Re abierto). Fue una de las experiencias más extrañas; se enojó mucho porque no las terminaba de entender”, admitió Bloomfield.
Las sesiones para el disco comenzaron el 12 de septiembre de 1974, en el estudio A&R Recordings, de Nueva York. El inicio fue del todo descuidado; Dylan llegó al estudio sin haber convocado a ninguna banda y el productor Phil Ramone casi se chocó en la puerta de calle con el guitarrista Eric Weissberg, de la banda sesionista Deliverance y le pidió que acompañen a Dylan. Esa noche se reunieron Dylan con Deliverance sin conocerse.
“Tuve la clara sensación de que Dylan no estaba concentrado, que no le interesaban las tomas perfectas. Recuerdo que había estado tomando muchísimo vino. Estaba descuidado, pero insistió en seguir adelante sin corregir errores que eran obvios”, contó Weissberg.
Y continúa: “Estábamos escuchando la grabación de Simple Twist Of Fate y en medio de la canción comienza a explicarnos la segunda canción. No le importaba en absoluto lo que había salido. Estábamos confundidos, aunque yo me decía: ‘Este tipo es un genio; tal vez así es como funcionan los genios’”, comentó el sesionista de Columbia.
A los dos días cambió de banda y trajo un trío con Buddy Cage, en steel guitar; Tony Braun en bajo y Paul Griffin en órgano y todo comenzó a sonar más engrasado. De las doce canciones grabadas se eligieron diez y una de las que se quitó fue la mordaz Call Letter Blues, que se publicó finalmente en el Bootleg Series, de 1991.
Cambio de planes
Blood On The Tracks se iba a lanzar en diciembre de 1974, pero a comienzos de ese mes, Dylan regresa a Minnesota a reunirse con su hermano y encuentra que a algunas canciones le falta esa fuerza que sentía que debían expresar.
Mientras tanto, en Nueva York, los críticos ya hablaban del disco y de retazos de temas que habían llegado a las radios y que terminarían por ser parte de un álbum fantasma, ya que Dylan volvería a grabar cinco canciones de las diez del material finalmente editado.
“No lo había escuchado durante un par de meses y el disco aún no había salido. Lo puse y pensé que las canciones podrían sonar de otra manera, mejor. Así que fui y las volví a grabar. Llamé a Columbia para detener la producción horas antes del lanzamiento”, reconoció el músico.
Fue su hermano David, que ya había trabajado en la producción discográfica, quien convenció a Bob de que no era necesario emprender un regreso precipitado a Nueva York, que podrían hacerlo en Minnesota.
El 27 de diciembre entran al estudio Sound 80, de Minneápolis, con músicos locales reunidos rápidamente. Al principio Bob hablaba a través de David con los músicos, pero una vez que comenzó a sonar Idiot Wind, todo se volvió fluido.
No sólo le agregó una mayor contundencia a la música, Dylan también cambió parte de la letra que dejaba demasiado en evidencia que estaba hablando de su ruptura con Sara.
Entre septiembre, primera grabación y diciembre, donde corrigió el sonido y las letras, sus reflexiones de amor sobre su esposa fueron reemplazadas por letras que imaginaban a otra persona, una ex amante, quizás, a la que no podía ni ver al punto de llegar a odiar. Idiot Wind se convirtió en la contracara de Sad-Eyed Lady Of The Lowlands.
Otra de las canciones retocadas en Minneápolis fue Tangled Up In Blue que cuenta una historia de amor que vaciló con el paso de los años y con una frase en la segunda estrofa que habla de ellos: “Ella estaba casada cuando nos conocimos/ Pronto se divorciaría”, como estuvo Sara en la vida real.
La diferencia con las grabaciones de Nueva York fue que en Minneápolis pasaron de aquel clima acústico a otro con la fuerza de mediados de los años ’60. Dylan había vuelto a beber fuerte y a sus costumbres de mujeriego. Había conseguido aquella energía que parecía olvidada. Se sentía completo.
Uno de los músicos, el guitarrista Kevin Odegard le sugirió, por ejemplo, que subiera un tono su voz, lo que le permitió un mayor ataque. “Nos dejaron claro que Bob quería copiar el sonido que había conseguido en su disco Highway 61.
Su hijo Jakob, que estuvo presente en unas de las sesiones de Minneápolis contó: “El ambiente festivo se enfrió cuando papá comenzó a cantar You’re A Big Girl Now como también If You See Her, Say Hello, que sonaban a despedidas de Sara. Toda la música de ese disco son mis padres hablando”.
A su vez, You’re Gonna Make Me Lonesome When You Go parece dedicada a Ellen (debe haber sido una puñalada para Sara) y Shelter From The Storm suena a una súplica de salvación.
De los diez temas del álbum, Simple Twist Of Fate, You’re Gonna Make Me Lonesome When You Go, Meet Me In The Morning, Shelter From The Storm y Buckets Of Rain se grabaron en Nueva York, entre el 16 y el 19 de septiembre. Mientras que Tangle Up In The Blue, You’re A Big Girl Now, Idiot Wind, Lily, Rosemary, and The Jack Of Hearts y If You See Her, Say Hello, en Minneápolis, entre el 27 y el 30 de diciembre.
La portada lo tiene a Dylan en un retrato de perfil y si bien parece una pintura en realidad es una fotografía muy editada por Paul Till. El fotógrafo explicó que la imagen fue tomada con teleobjetivo en un concierto en Maple Leaf Gardens, de Toronto, el 10 de octubre de 1974. Cuando la reveló, primero la “solarizó” y luego la coloreó a mano con acuarelas
Inicialmente, no hubo unanimidad en la crítica periodística, desde “obra genial” a “chapuza habitual” fueron las consideraciones; sin embargo, cuando bajó la espuma de su lanzamiento, Blood On The Tracks dejó ver un trabajo insuperable de un Dylan maduro y en un estado emocional desconocido para todos, especialmente para sus seguidores.
El disco escaló al primer puesto en el Billboard 200 de los Estados Unidos y al cuarto lugar, en el Reino Unido. Terminó siendo considerado como uno de los mejores trabajos de Dylan. Se ubicó en el puesto décimo tercero en el ranking de la Rolling Stone de los 500 mejores discos de la historia.
Después de haber estado oculto durante ocho años, Dylan regresaba con su genio intacto.