La noche del viernes en Fort Lauderdale fue escenario del debut de Lionel Messi en los playoffs de la Major League Soccer (MLS), un evento que, más allá de su carácter deportivo, parece sintetizar una narrativa más amplia en la que se cruzan la ambición de un club en ascenso y la expectativa casi religiosa depositada en un astro mundial. En este contexto, el Inter Miami, reforzado por el trío de glorias del fútbol europeo –Luis Suárez, Jordi Alba y el propio Messi–, logró un trabajado 2-1 frente a un Atlanta United.
El arranque fue inmejorable para los dirigidos por Gerardo Martino, quienes se adelantaron en el marcador antes de que la multitud terminara de ocupar sus asientos. Un error en la salida de la defensa visitante derivó en una rápida secuencia que empezó con Jordi Alba –incisivo y rejuvenecido en su versión estadounidense– y terminó con la definición clínica de Suárez. El «Pistolero», fiel a su estilo, aprovechó el pase del paraguayo Diego Gómez para colocar el balón fuera del alcance de Brad Guzan, desatando el entusiasmo de una afición que, desde el desembarco de Messi, aprendió a acostumbrarse a lo inesperado.
La dinámica de la primera parte, dominada por el equipo local, presentó un escenario en el que Messi pareció destinado a ser la figura decisiva. Sin embargo, su cita con el gol se pospuso repetidamente: primero, un zurdazo que estremeció el poste, y luego, un remate de cabeza de David Martínez que también acabó en la madera. En una de esas ironías tan comunes en el fútbol, fue Atlanta, con su desempeño hasta ese momento modesto, el que encontró el empate gracias a una precisa asistencia de Pedro Amador a Saba Lobjanidze, cuyo remate dejó sin reacción al arquero Drake Callender.
Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Un descuento inesperado
El gol visitante, inesperado por su contexto, pareció despertar una preocupación latente en el Inter. Al término del primer tiempo, la expresión de Martino desde el banco de suplentes reflejaba una mezcla de incredulidad y paciencia contenida. «Hicimos méritos para estar arriba por más de un gol», señalaría después, reconociendo la falta de contundencia en los momentos clave.
El reinicio del encuentro trajo consigo una sensación de desgaste, en particular en Atlanta, que arrastraba el esfuerzo de su partido de repechaje del martes en Montreal. En contraste, Miami no renunciaba al control del balón y mantenía la presión sobre la defensa visitante, lo que finalmente rindió frutos a los 60 minutos. En una jugada que pareció surgir de la nada, Messi le cedió el balón a Alba, quien no dudó en probar suerte desde media distancia. El resultado fue un disparo preciso que se coló junto al poste, sellando el 2-1 definitivo y reafirmando el valor del español en situaciones de alta exigencia.
Segundo tiempo y triunfo de Inter Miami
El análisis posterior del entrenador fue elocuente en cuanto al aporte de Alba: «Es difícil encontrar laterales tan decisivos. Habría que remontarse a figuras históricas como Dani Alves o Roberto Carlos para entender su impacto en el juego», comentó Martino. Y es que, con su gol, Alba no solo le dio al Inter la ventaja en la eliminatoria, sino que también evidenció cómo el trío de ex Barcelona –Messi, Suárez y Alba– sigue siendo capaz de modificar el curso de un partido, incluso en el ocaso de sus carreras.
La actuación de Messi, aunque sin anotaciones, no pasó desapercibida. Un remate suyo que Guzan desvió con la pierna mantuvo viva la incertidumbre hasta los últimos instantes, pero Atlanta, agotado y sin grandes ideas, apenas logró generar un par de sustos. El más significativo, un potente disparo de Xande Silva que se fue apenas desviado.
Con este resultado, el Inter Miami queda a un triunfo de avanzar a las semifinales de la Conferencia Este, donde aguarda Orlando City o Charlotte. El desenlace de esta serie se definirá en el Mercedes-Benz Stadium de Atlanta el 2 de noviembre. Entretanto, el conjunto de Fort Lauderdale sigue siendo una suerte de experimento en el que la búsqueda del éxito deportivo coexiste con la expectativa de un espectáculo continuo, algo que, para bien o para mal, solo un jugador como Messi puede garantizar.
NG